METROincluso los supuestos bosques tropicales primarios nunca están vacíos. Lo trágico es que muchas veces es precisamente la precariedad humana la que los habita. En general, más de la mitad de las personas que viven en áreas de interés biológico se colorean notablemente en regiones desfavorecidas humanamente.
En una cruel ironía, la carga de la conservación de la biodiversidad, que se sabe alcanza su punto máximo en los bosques tropicales, y la presencia del 55 % de las reservas de carbono en estos espacios recae de manera desproporcionada sobre las poblaciones más pobres del mundo.
Es más, la mitad de las áreas de tierra reclaman el no reconocimiento de los derechos territoriales reclamados por las comunidades locales e indígenas, por lo que estos solo son reconocidos para el 10% de estas áreas. Las áreas de bosques tropicales no escapan a aspiraciones según las cuales se trataría de preservar la biodiversidad dentro de áreas que podrían considerarse idealmente disociadas de sus habitantes. De hecho, estos suelen ser relegados a un rol puramente participativo, y no a una función de actor o, dicho de otro modo, de coautor de la salvaguardia de los bosques tropicales.
Esta perspectiva de exclusión no solo no es justa ni sostenible, sino que va, además, en todo lo contrario de las observaciones realizadas hasta la fecha, como lo demuestra un vasto estudio pantropical realizado por la universidad de Sheffield (Inglaterra), los resultados de que fueron publicados en 2022 en la revista Durabilidad natural. Las alianzas equitativas entre las comunidades locales y los actores de la conservación son ciertamente efectivas para reducir la deforestación.
Ocupantes ilegales, industrias extractivas y narcotraficantes
Tienen el efecto de contrarrestar mejor la invasión y el despojo por parte de los acaparadores de tierras, los ocupantes ilegales, las industrias extractivas y los traficantes de drogas, portadores de una violencia a menudo mortal. Por el contrario, la inseguridad de la tenencia puede alentar a las comunidades a valorar sus áreas de manera menos sostenible, debido a la incertidumbre sobre el acceso futuro a sus recursos forestales.
En ciertas regiones de América Latina, especialmente en Bolivia, Brasil y Colombia, donde los movimientos comunitarios han estado en el origen de reformas constitucionales afirmando el reconocimiento de sus conocimientos y sus derechos, la deforestación ha disminuido significativamente cuando así se deseaba a escala nacional. En África o Asia, donde tal reconocimiento permanece más bien en un estado embrionario, y donde las adquisiciones de tierras se llevan a cabo en vastos territorios bajo el ímpetu de inversionistas nacionales o extranjeros, los riesgos siguen siendo igualmente considerables.
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