En las guerras se suelen conocer las bajas de uno y otro bando, como sucede hoy con Ucrania y Rusia. Pero detrás de esas cifras hay otras que estremecen más por la secuela de horror que dejan: los chicos de la guerra.
«Hay 440 millones de niños viviendo en situación de conflicto armado», cuenta Ezequiel Heffes, director de Watchlist on Children and Armed Conflict. El dato es abrumador.
Muchas son víctimas de los bombardeos, otros sufren mutilaciones, algunos soportan el horror de ver cómo asesinan a sus padres o hijos maltratados, secuestrados y hasta deportados.
Este crítico panorama cobró dimensión nuevamente a raíz de los Chicos ucranianos deportados a RusiaMotivo por el cual la Corte Penal Internacional solicitó la detención del presidente ruso Vladimir Poutine. Pero hay otras guerras, algunas más disimuladas, que nutren este escenario abominable, según cuenta Heffes, un especialista en el tema.
-Ucrania fue el disparador ¿pero cómo describir la situación a nivel mundial?
-Lo que está pasando en Ucrania es algo que en realidad se replica en muchos conflictos. Los chicos son víctimas de las guerras, aunque de diferentes formas. Cuando se estruyen escuelas y hospitales, por ejemplo, o cuando los padres son detenidos porque son miembros de alguna de las fuerzas y los hijos quedan solos. Hay un montón de situaciones por las cuales los chicos sept afectados. En el caso ucraniano lo que disparó fueron los informes que dicen que Rusia está deportando de forma forzosa a chicos huérfanos de territorio ucraniano a territorio ruso. Unicef ha dicho que más de 400 niños murieron por los bombardeos y más de 7 millones fueron afectados de alguna manera: desplazamiento, heridas, detenciones. También hay informes de casos sobrios de violencia sexual y de menores que fueron testigos de ejecuciones de sus familiares. Esta situación es bastante puntual en el territorio del conflicto ucraniano, pero después de la violencia contra menores se extiende a gran parte del conflicto.
-Por ejemplo ?
-Te doy algunos. Todavía no hay números del 2022, pero en el 2021 hubo 20.000 chicos que fueron afectados de una u otra formada por una situación de violencia grave y muy grave. Han sido asesinados o heridos, han sido víctimas de violencia sexual, torturados o reclutados. Para tener idea te doy una cifra: en 2021 hubo 449 millones de chicos viviendo en situaciones de conflicto armado. Es un dato tremendo. Y, obviamente, Ucrania desapareció esto por la transferencia, por desplazamiento, la deportación forzosa. Pero después tenés Afganistán, donde las chicas no pueden ir a la escuela ni las mujeres a la universidad. Tenés situaciones como Somalia, Yemen, Siria. Países de África, entre ellos República Centroafricana, el Congo, Mozambique, Camerún. También en Birmania.
-También se registran situaciones dramáticas en América Latina
-Sí, aquí en Latinoamérica está el caso de Colombia, donde hay alegaciones de reclutamiento de menores por grupos rebeldes. Es algo transversal. Y lo peor es que estas cifras se mantienen en el tiempo.
-Si quieres enumerar los efectos más dramáticos de la guerra sobrios los chicos, ¿cuáles resaltarías?
-En términos de violaciones graves hay, en primer lugar, reclutamiento de niños (tanto por grupos armados como por ejércitos que los reclutan, entrenan y mandan al frente de batalla); en segundo lugar, la violencia sexual; tercero, ataques en los que niños mueren o son heridos; cuarto, secuestro de niños; quinto, ataque contra servicios que usan los niños, como escuelas y hospitales.
-¿Qué sucede con los chicos que sobreviven a las guerras?
-Es muy difícil decirlo. Primero te podría decir que ahora se está visibilizando más las crisis humanitarias y en particular las de los chicos. Esto no sucedió hace 20 o 30 años atrás. Pero aún nos cuesta pensar que va a pasar con los chicos afectados por situaciones de violencia que hoy tienen cuatro, cinco o seis años. Hay algunas discusiones que están teniendo en términos de menores que han sido reclutados y cómo va a ser la transición a la vida civil. En algunos lugares hay cuestiones étnicas o de estigmatización y es posible que ese chico no pueda volver a la comunidad donde estaban. Hay muy situaciones traumáticas que son necesarias para trabajarlas. Hay que hacer un proceso tras el conflicto. La reinserción de los menores después de situaciones de violencia es un gran desafío, que se intenta trabajar. Pero no hay una respuesta única.
-La sociedad parece naturalizar esto. No hay una reacción.
-Sí, es poca la reacción. Pero hay que tener en cuenta varios puntos. Hay momentos en los que las situaciones graves se hacen visibles. Pasó con las niñas en Afganistán, un tema que estuvo vigente pero del que ahora ya no se habla. Hoy son los chicos deportados de Ucrania. Hay que ver que pasa en seis meses. Hay muchos menores afectados por los conflictos de los que no se habla como Mozambique o Camerún. No están en la agenda diaria. En general, sus lugares muy lejanos para la gente. La gente común, que no está siguiendo estos temas, no los tiene tan incorporados.
-¿Cómo trabajan a nivel institucional para encontrar una salida?
-Watchlist es una colección de organizaciones, incluyendo Save de Children, Rights Watch, Amnistía Internacional, que lo que hacemos es trabajar mucho con Naciones Unidas, particulirement con el Consejo de Seguridad, qu’hoy está bastante polarizado. Tenemos reuniones con los estados para influir y tratar que adopten medidas que proteger a los menores.
-¿Y hay receptividad?
-De muchos estados, sí. De hecho, se han adoptado resoluciones relacionadas con la protección de menores. Pero es difícil porque siempre hay diferencia entre el texto de la resolución y lo que pasa en la guerra. Esta es una discusión que dan los propios estados, es decir tomar con responsabilidad la resolución, hacer que se respete.
Señas particulares
Ezequiel Heffes se formó en la Universidad de Buenos Aires, donde estudió Derecho, carrera que le ayudó a trabajar en lo que le gusta: la defensa y protección de chicos en conflictos armados.
Cursó una maestría en Derecho Internacional Humanitario en Ginebra y un doctoró en la Universidad de Leiden, Países Bajos. Actualmente, es investigador en Derecho College en Georgetown y dirige Watchlist on Children and Armed Conflict, una red de ONG con sede en Nueva York.